El municipalismo al amanecer de un nuevo ciclo
Brais García Fernández | Miembro de Marea Atlántica | Enero 2017.
El municipalismo ha significado históricamente el ejercicio de la radicalidad democrática en clave de autogobierno y justicia social. Hoy es, además, una de las traducciones más consistentes del nuevo ciclo político abierto por el 15M. El despertar indignado trajo un cambio paradigmático, asentado sobre la democracia directa, que debilitó el imaginario representativo y supuso a la vez una impugnación al sistema y una lección imprescindible a las izquierdas. Se erigieron nuevos sentidos compartidos y una identidad inclusiva y emancipadora que determina nuestro presente. Stop Desahucios, las Mareas sectoriales por la educación o la sanidad, las Marchas de la Dignidad y la aparición de Podemos fueron algunas de las expresiones de ese nuevo paradigma y el municipalismo es, probablemente, el mejor resultado posible de un equilibrio hibridador de esa pluralidad. Hemos construido nuestras propias herramientas, de materiales y formas diversas, descentralizados e internamente heterogéneos, para generar artefactos políticos con vocación movimentista y aspiración de mayorías, que tan solo un año después de su puesta en marcha consiguieron una victoria electoral inédita que fue de A Coruña a Barcelona, de Zaragoza a Cádiz pasando Madrid, Badalona o Santiago.
Frente a una crisis sistémica que profundiza la involución democrática y actualiza nuevas formas de opresión interseccional, el municipalismo es hipótesis de cambio ya en marcha y oportunidad para ensanchar las grietas del sistema. Hoy por hoy, el ciclo político abierto parece cerrarse, la apuesta de Podemos por una asalto veloz al poder ha conseguido jubilar el bipartidismo pero ha resultado fracasada y el repliegue del Régimen del 78 es cada vez mayor y más autoritario. Por tanto, junto al proceso catalán, que con todas sus contradicciones es una clara brecha abierta al sistema, el municipalismo se nos presenta como aprendizaje imprescindible, trinchera conquistada y cimiento del nuevo ciclo.
Este contexto, junto a la gran diversidad del movimiento, exige un enfoque analítico que sitúe el municipalismo en el centro, explicando los alcances y las tensiones como resultados de nuestra propia complejidad, señalando las características compartidas y formulando las lecciones aprendidas de aciertos y errores como retos de futuro.
En lo referido a las candidaturas y al movimiento municipalista, la confluencia es la lógica constitutiva y la clave determinante de nuestras formaciones. Incluso con todas las dificultades, cultivamos cercanías y gestionamos distancias (Gutiérrez Aguilar, 2017) de tal modo que gente proveniente de movimientos sociales, la nueva y la vieja izquierda partidista de diferentes corrientes ideológicas y ciudadanía no organizada, se encontró en un proyecto común de radicalidad democrática, que entendía que lo local no era solo una escala si no una oportunidad.
El espíritu 15mayista, fundamental en el municipalismo, cristalizó como una tensión movimentista-institucional de desborde de ambos espacios. Su primera expresión fue el imprescindible protagonismo de perfiles autónomos y liderazgos ciudadanistas. Los partidos dieron necesarios apoyos, aceptando diluirse en las plataformas y generaron confluencias atractivas con estructuras líquidas que innovaron en la forma partido, con equilibrios y tensiones creativas. En los mejores casos se pudo dejar atrás la suma y el reparto del pastel, mientras que en otros, se generando frágiles coaliciones que sólo funcionaron como máquinas electorales más o menos eficaces.
Es también clave de nuestro hacer una perspectiva prefigurativa, que da entidad y valor a cada paso, tratando de materializar en el camino la meta a la que se aspira y cuestionando los medios de los que nos servimos para avanzar. Ésta perspectiva, conlleva un compromiso con el proyecto más activista que militante, que aderezado por el cuidado del grupo humano que lo compone y la facilitación de la participación, ha generado importantes avances en la forma de estar y de tomar las decisiones. Aun así, las relaciones de poder y las posiciones de privilegio y desigualdad siguen presentes en el día a día. Tratar de potenciar la creatividad organizativa pasa necesariamente por generar unas condiciones igualitarias, escapar de estilos y formas jerarquizadas, competitivas y excluyentes y aplicarnos en primera persona la urgente y necesaria ruptura con las posiciones de poder y subordinación que nos atraviesan.
La llegada a los gobiernos supuso una nueva situación inexplorada. Se dieron importantes trasvases de cuadros a la institución que perdieron presencia en el movimiento. Además, las dinámicas de trabajo y los tiempos del adentro junto a una pérdida de objetivos en el afuera generó desasosiegos. Nos repetimos constantemente que lo institucional no es el único espacio, ni siquiera el fundamental, pero la cotidianidad nos contradice y nadamos contracorriente para evitarlo. Tejer relaciones sanas entre los gobiernos, las plataformas municipalistas y los movimientos sociales de las ciudades es una compleja tarea aún por desarrollar. Cuando hemos explorado estas relaciones, encontramos que se forjan sobre necesidades compartidas y que necesitamos favorecer confianzas mutuas que pongan el interés general como objetivo común. Se han abierto frentes que abordados con tácticas diversas pero una madurez estratégica han derivado en beneficiosas interdependencias. Las múltiples debilidades de gobiernos, plataformas y movimientos que incapacitan la monopolización del conflicto nos obligan a relacionarnos con astucia y suelen favorecer conquistas para el bien común.
Por último, y en lo respectivo a los gobiernos del cambio, la heterogeneidad de las candidaturas y la falta de un horizonte compartido ha determinado gobiernos con tendencias y actuaciones dispares, que aunque a veces nos limitan o contradicen, no dejan de responder a nuestra naturaleza. Llegamos a la institución con la voluntad de cambiarlo todo y esa promesa impugnadora es a la vez acelerador y freno, que nos recuerda constantemente porqué y para qué estamos ahí, pero que supone a su vez unas altas expectativas a veces frustradas. Sin embargo, el amplio cumplimiento de los programas electorales y la puesta en funcionamiento de la institución al servicio de las mayorías, está concretándose en políticas públicas eficaces y transformadoras. Se ha cortado de raíz la corrupción, en no pocas ciudades se ha frenado la especulación y se están eliminando gastos en proyectos urbanísticos megalómanos para cumplir con las necesidades de territorios y cuerpos invisibilizados y subalternos. Se han incrementado sustancialmente las inversiones en justicia social, bienestar y cuidados, persiguiendo atajar las desigualdades bajo ópticas interseccionales que han puesto el feminismo en el centro. Se está potenciando la participación, ensanchando los márgenes democráticos y favoreciendo lógicas de coproducción de políticas públicas, redistribución de recursos y empoderamiento. De igual modo, se trabaja y se crean espacios para una cultura popular y accesible. Estamos construyendo a diario ciudades más justas, diversas y generosas, potenciando un modelo de ciudad opuesto a la lógica neoliberal. Ahora bien, nos dijimos alto y claro desde el inicio, que los límites y las contradicciones de la institución y del poder serían importantes, y no nos equivocábamos. Por ello, es clave tenerlos presentes, para no cerrar caminos, relativizar el peso de la institución y tratar de ensanchar los límites de lo posible, navegando esas contradicciones sin perder nunca de vista el porqué, el para qué y el para quién existimos.
Toca consolidar nuestros proyectos municipalistas, responder a las tendencias institucionalizadoras e inmovilistas con reconfiguraciones creativas, movimentistas y de mayorías. Toca cuidarnos, tratar de no dejar a nadie por el camino y ser más consecuentes con nuestras aspiraciones emancipadoras. Toca, dar soporte material a los discursos de radicalidad, abrir nuevos frentes y luchas, explorar las posibilidades de cambios estructurales y construir en definitiva ciudades que merezcan la pena ser vividas.
Entender la transformación como un continuo sobre el que transitar más que como una dicotomía de victoria o derrota final ayudará a continuar caminando. Existen momentos de aceleración y de retroceso, tomemos perspectiva sobre los pasos dados para impulsarnos. Los próximos años serán vitales para la respuesta al monstruo neoliberal y el municipalismo tiene que ser una de las bases defensivas claves. Tenemos que continuar aprendiendo a relacionarnos con cercanos y distantes, tejiendo redes, aspirando a poner en marcha procesos constituyentes y encontrándonos con todos aquellos que persigan objetivos emancipadores. Sin miedo a mutar, con altura de miras y siendo conscientes de lo hermoso del instrumento que moldeamos, seremos capaces de avanzar por un camino más justo cara un futuro más mejor.
Referencias:.
Gutiérrez Aguilar, R. (2017). (2014). Horizontes comunitario-populares. Producción de lo común más allá de las políticas estado-céntricas. Madrid: Traficantes de Sueños.