Artículo de Diego Escobar Díaz profesor, historiador y activista por la paz en Colombia. Su trabajo se centra en los conflictos por la distribución de los recursos naturales y la forma en que los movimientos sociales despliegan su poder político sobre los territorios. Diego es consultor en empodera-consultores.org especializado en sistematización y capitalización de experiencias y procesos. Este artículo hace parte del libro «Ecología y Empoderamiento» editado por la red francesa de cooperación descentralizada y solidaridad internacional f3e en su colección desafíos con el apoyo de la Agence française de dévéloppement (AFD). El conjunto del libro se puede descargar aquí.
Defendiendo un nuevo modelo de desarrollo humano basado en la diversidad afrodescendiente e indígena en Colombia.
Los análisis de los problemas ecológicos tienen múltiples perspectivas de abordaje y todas son importantes. En este documento se van a priorizar conceptualmente las que nosotros consideramos fundamentales para entender la coyuntura y el contexto actual del país, y siguiendo a Escobar, Arturo (2010), utilizamos el concepto de una Ecología Política de la Diferencia, con la que se indica que se trata de “conflictos en el acceso y en el control sobre los recursos naturales, particularmente como una fuente de subsistencia, así como los costos por la destrucción ambiental”^2. Sumado a ello (en el centro de los debates y problemas), se encuentran las dinámicas territoriales y multiculturales que se describirán aquí.
Aproximación al contexto
Se puede afirmar que, en el caso de Colombia, desde mediados del siglo XX hasta ahora se fue consolidando lo que denominamos la modernización conservadora en la economía, con unas características concretas, tales como: la falta de compromiso con la industrialización como uno de los resultados del crecimiento económico sin equidad y fundamentalmente la consolidación de una gran crisis ecológica sobre los territorios y la diversidad.
Dicha situación abrió la oportunidad a otras dinámicas paralelas asociadas a la acumulación de poder y a la dirección del Estado en pocas manos. Entre 1970 e inicios del siglo XXI, se abrió una estructura empresarial que terminó afianzando el narcotráfico. Dicha estructura, promovida por las elites, se enraíza en una gran tradición agrícola con uso intensivo de la producción, la calidad y la productividad de las tierras, la histórica evasión tributaria, el fomento de una cultura exacerbada de consumo de bienes improductivos entre los sectores dominantes y el efecto “espejo” entre los sectores subordinados, la imposición de criterios mediante el uso de la fuerza, no siempre en manos del Estado. Todo esto creo un clima de violencia dramático, de despojo de tierras y de desplazamiento interno de aproximadamente nueve millones de personas^3, un gran reto que se debe asumir si se quiere cambiar o por lo menos mejorar el modelo de desarrollo humano en el país.
Es importante también señalar que la falta de competitividad del modelo de modernización conservadora, además de fomentar la informalidad – Colombia tiene uno de los índices más altos de informalidad en toda América Latina^4 –, está acompañado de una creciente concentración de las exportaciones colombianas en las últimas dos décadas del siglo XXI, que vuelve a poner el acento en la reprimarización^5. Lo que significa un muy bajo nivel de innovación de las exportaciones de productos textiles y artesanales, porque el desarrollo económico se basa principalmente en la exportación de petróleo y la minería que también se comercia fuera del país, sujetos a los precios del mercado internacional y generadores de empleo de alta calidad informacional para muy pocos.
En resumen, se trata de una economía basada en la explotación de productos primarios, recursos naturales con baja tecnología, teniendo en cuenta que, “en la actualidad, Colombia en materia de tecnología, frente a otros países de Latinoamérica, continúa presentando una brecha digital enorme. Entre las principales causas se encuentra la falta de talento humano capacitado, un gap lingüístico, la falta de incentivos para acceder a tecnología y todavía una baja inversión en ella”^6.
Mientras que un verdadero cambio del modelo de desarrollo humano debería estar sustentado en la explotación de productos de medios tecnológicos con alta tecnología y fundamentalmente promoviendo el respeto por el ecosistema, las comunidades y las culturas que lo sustentan. Es decir, falta en Colombia un desarrollo con equidad^7.
El extractivismo minero-energético es un modelo que no solo demuestra la dependencia del país en cuanto a transferencias tecnológicas, sino que además permite entrever lo devastador en términos ambientales y de sostenibilidad, es decir, eco-sistémicamente, cuando la intervención del Estado deja la iniciativa del desarrollo al sector privado y especialmente a las empresas multinacionales. Estas terminan por llevarse las riquezas estratégicas sin saldar su deuda social ni reponer el desequilibrio creado en el medio ambiente, aumentando las tensiones y la gran brecha entre los niveles de vida de la gente en los territorios y los sectores empresariales y dirigentes.
Los lugares: ¿Es posible establecer una política ecológica de la diferencia sin conocer los territorios?
La lógica “ecológica” que han impulsado las empresas, apoyadas por los gobiernos conservadores tradicionales, ha sido la de explotar los territorios y sus riquezas sin tener en cuenta la importancia del tejido comunitario, desestabilizando el equilibrio eco-sistémico, depredando los recursos naturales, menospreciando las culturas y los mercados tradicionales, sustrayendo el poder a las comunidades que habitan en estos mismos territorios, estableciendo barreras étnicas, económicas y generando desigualdades radicales, apoyadas en alianzas con los actores armados legales e ilegales.
Pensar hoy en día una ecología desde la perspectiva de la diferencia que no le restituya el poder a la gente sobre sus propios territorios es una falacia. Fundamentalmente, por las luchas históricas que se vienen presentando desde los mismos territorios, las comunidades locales, principalmente las indígenas, afrodescendientes y campesinas, disputas que se han focalizado en torno a la cultura, al territorio y al lugar, además de la protección acérrima de un ecosistema saludable y sustentable para las próximas generaciones. Es allí donde se han solidificado las relaciones entre cuerpo, ecología, medio ambiente, sabiduría ancestral y se ha presentado la lucha entre economía local y extractiva, como lo señala Escobar, Arturo (2010), “hay una corporalización y un emplazamiento de la vida humana que no puede negarse”^8. Realmente toca neutralizar y detener las tendencias socioeconómicas que promueven la desaparición del lugar, fundamentalmente las que priorizan lo global por encima de lo local.
Sumado a que existe una desigualdad regional importantísima, que implica que hay capas de la población que están siendo excluidas de los beneficios del desarrollo económico, que no pueden alcanzar niveles básicos para potencializar sus capacidades y así lograr el bienestar. La brecha también se refleja en la última Encuesta Nacional de Calidad de Vida, que el DANE^9 dio a conocer recientemente: mientras en las ciudades y cabeceras de los municipios el 35,3% de los jefes de familia se considera pobre, en el resto del país, particularmente en la región del Pacífico, la cifra asciende a 67,7%. No en vano durante el 2014 y posteriormente en 2019, 2020 y 2021 el Banco Mundial sorprendió con la noticia de que Colombia está entre los seis países con mayor desigualdad económica en el mundo^10, con niveles comparables a los de Haití y Angola.
Contra la ecología el capital transforma negativamente las comunidades
La expansión de las actividades extractivas en las últimas dos décadas del siglo XXI ha derivado en la destrucción del área de ecosistemas estratégicos en Colombia, que ha perdido progresivamente miles de hectáreas de Bosque Húmedo Tropical, Bosque Andino, Páramos, Manglares, Nieves Perpetuas y Humedales. Esto afectó, no solamente la biodiversidad, sino la soberanía económica, social y política, de las culturas y los territorios dentro del país. Poniendo con ello en riesgo la estabilidad medioambiental y el futuro desarrollo humano e inclusivo de los pueblos que lo habitan, especialmente los territorios habitados por las comunidades afrodescendientes e indígenas.
Las estructuras conservadoras del Estado colombiano se han visto afianzadas por la versión neoliberal de la competitividad, no solamente en el orden económico, también en el orden cultural, porque “Colombia debe entender los dramáticos cambios de la economía mundial y adaptarse a ellos”, por tanto “avanzar de manera decisiva en términos de equidad, entendida esta fundamentalmente como igualdad de oportunidades”^11. Se desconocen de esta manera, las urgentes negociaciones interculturales y las interdependencias de los actores y sectores sociales en favor de un reconocimiento mutuo y de un desarrollo humano que garantice el logro de los diferentes estilos de vida bajo un mismo territorio.
La ecología política de la diferencia vincula territorio, cultura y comunidades
Destaquemos algunos elementos del componente multicultural colombiano y de la ecología política de la diferencia que posibilitan entender de mejor manera las posibilidades, obstáculos y retos para lograr o al menos iniciar las prácticas interculturales en un país de marcada modernización conservadora neoliberal. ¿Es posible que en un Estado que no reconoce las libertades culturales, que no garantiza el ejercicio de sus derechos a los ciudadanos en general y a las minorías^12 en particular, se pueda avanzar en un modelo intercultural a partir de las diferencias?
Las luchas multiculturales y eco resistentes: el respeto por las dignidades, las cosmovisiones y la territorialidad
La ecología política de la diferencia y sus efectos interculturales en el país se centran en los siguientes elementos:
En su primera lectura de este texto, los miembros de A4 reaccionaron sobre el tema del respeto (véase «Enriquecimientos» más abajo) basándose en su experiencia como inmigrantes en Francia, y lo que dicen se aplica a toda Europa, pero también a todo el mundo.
El valor del respeto como eje articulador de una perspectiva eco-sistémica
“Necesitamos que se respeten nuestras culturas y creencias, nuestros rituales y nuestras elecciones; tenemos la necesidad de que se nos escuche y se nos trate con igualdad, y que nos permitan opinar acerca de las decisiones que nos afectan. Por otro lado, deseamos vivir de la forma que hemos elegido, y no como otros creen que deberíamos hacerlo^13”.
A propósito del respeto, como lo plantean los integrantes de A4, a partir de sus experiencias como inmigrantes en Francia, que se aplica a toda Europa, pero también al mundo entero,
“Como en Colombia, habitábamos nuestros territorios y teníamos nuestra comprensión del mundo, nuestro respeto por la naturaleza, nuestra cultura y nuestras tradiciones. Y nos vimos obligados a dejar nuestra familia y nuestra tierra. No se nos respetó como humanos, se impuso nuestra partida cuando nos hubiera gustado quedarnos. Salimos a la carretera y hoy estamos en Francia, donde mucha gente piensa que vinimos a obtener dinero, a ‘disfrutar’. Y aquí, donde no estamos en casa, donde somos extraños, también nos sentimos rechazados. Muchas veces estamos solos, aislados, ya no tenemos los referentes ni el entorno que antes nos apoyaba. Debemos adaptarnos a la cultura, las creencias, el funcionamiento del país donde vivimos, debemos respetar estas diferencias; pero también necesitamos que nos acompañen, acojan, cuiden para que podamos reconstruirnos y seguir viviendo después de esta ruptura con nuestra vida anterior^14”.
Este irrespeto por las comunidades originarias, contra los desplazados internos y externos, hacia los inmigrantes que tuvieron que partir hacia otros países, en los que se percibe la sensación de no-lugar, de “adaptación” y desprendimiento. La ecología política de la diferencia valora el respeto como un principio universal de convivencia y como un eje fundamental en la construcción de nuevas relaciones más horizontales y enriquecedoras en la búsqueda de un equilibrio eco-sistémico, en el que la cultura, los seres humanos y la naturaleza sean el centro de protección y no el lucro del capital arrasador que mercantiliza los territorios en todas sus dimensiones.
Así mismo lo consideran los integrantes de A4,
Lo que defendemos, y que el prisma de la ecología política de la diferencia también nos permite comprender, es que estemos donde estemos, debemos respetar a cada persona como ser humano. Que cada quien pueda vivir su vida como ella desee, que ella pueda ser feliz y lograr su propósito. Manteniendo sus tradiciones, su cosmovisión, su forma de hacer las cosas; y que en todas partes estas diferentes culturas pueden coexistir. Queremos fortalecer las capacidades humanas y las relaciones sociales entre personas de diferentes culturas en un mismo territorio. De ahí la necesidad de recoger otros elementos importantes en la ecología política de la diferencia, como se señala a continuación.
Valorar y reconocer los múltiples saberes y la diversidad de visiones y cosmovisiones
Parece esencial promover que se tiene sobre la tierra, la cultura, la economía, los modelos de vida y desarrollo, la gobernanza, la gobernabilidad, los bosques, las comunidades, la política, la medicina, el arte. El conjunto de sentimientos, percepciones y saberes acumulados representan los valores éticos que guían los comportamientos y cuya diversidad hasta ahora ha sido ignorada por la sociedad en general. Con la ecología política de la diferencia se pone en juego una ética respetuosa de todas las formas de vida, congruente con la equidad, la sustentabilidad, la biodiversidad, la convivencia, la paz y las prácticas responsables con el futuro del planeta.
En el mundo, los saberes de los pueblos originarios, afrodescendientes, indígenas, al igual que los migrantes que llegan a Europa, Estados Unidos, Australia, América Latina, etc. plantean nuevos desafíos en la agenda ecológica global. Solamente por tomar algunos ejemplos, se puede decir que, en Mesoamérica, “los pueblos indígenas saben mucho de la dinámica del clima, el comportamiento de la biodiversidad y de los recursos naturales en relación directa con las variaciones climáticas. Esos conocimientos y experiencias acumulados a lo largo de su existencia, son de gran utilidad para la gestión de sus actividades productivas, pues diseñan estrategias adecuadas para resolver sus necesidades de subsistencia como familia y comunidad; así como también para tomar decisiones a nivel social y cultural^15”.
Esto se desprende por ejemplo de la Universidad Ixil en Guatemala^16, en la que se resaltan las prácticas milenarias y ancestrales desde la cosmovisión y el respeto por la naturaleza.
De igual manera vale resaltar las propuestas de A4, cuándo hablan de «intercambios de saberes y conocimientos» en términos agrícolas entre los que vienen de países del sur y los campesinos franceses^17”. Si se tienen en cuenta estos saberes y prácticas desde la diversidad, el equilibrio ecológico del planeta se podrá resguardar. En caso contrario, las condiciones humanas, sobre todo de los sectores más marginados, tenderán a empeorar.
Desarrollo, un concepto a revisar
La discusión, ampliación y promoción del desarrollo humano como concepto y conjunto de acciones que no se limiten simplemente a mostrar el crecimiento o caída de los ingresos del país, sino que garantice “el ambiente necesario para que las personas y los grupos humanos puedan desarrollar sus potencialidades y así llevar una vida creativa y productiva conforme con sus necesidades e intereses^18”. Según se desprende de las prácticas comunitarias respetuosas con el ecosistema, “esta forma de ver el desarrollo se centra en ampliar las opciones que tienen las personas para llevar la vida que valoran, es decir, en aumentar el conjunto de cosas que las personas pueden ser y hacer en sus vidas. Así, el desarrollo es mucho más que el crecimiento económico, este es solo un medio –uno de los más importantes– para expandir las opciones de la gente^19”, sumado al respeto por las culturas y el fomento de la interculturalidad.
Aquí se deben incluir “los costes de estas externalidades para las mujeres”, como sucede en el África Sub-Sahariana, en dónde “las mujeres soportan la mayor parte de los costes externalizados de los megaproyectos extractivos y de infraestructuras. Cuando se les arrebata la tierra, pierden los medios para alimentar a sus familias. Cuando el agua se canaliza lejos de la comunidad o se contamina, las mujeres tienen que caminar más para encontrar fuentes de agua limpia. Cuando se destruyen los bosques, las mujeres carecen de madera para la energía doméstica^20”. Situación que se replica en la Amazonía colombiana, venezolana, brasileña, ecuatoriana, boliviana y peruana, al igual que en Mesoamérica y muchas latitudes del mundo.
Imprescindible fortalecer y construir capacidades humanas que tengan una visión dinámica y profunda de la ecología
Es esencial reforzar y desarrollar capacidades humanas que tengan una visión dinámica y profunda de la ecología.
“Las capacidades más básicas para el desarrollo humano son: llevar una vida larga y saludable, tener acceso a los recursos que permitan a las personas vivir dignamente y tener la posibilidad de participar en las decisiones que afectan a su comunidad. Sin estas capacidades muchas de las opciones simplemente no existen y muchas oportunidades son inaccesibles^21”.
Como se desprende de otros artículos de este grupo de discusión, por ejemplo, la Huerta Valenciana en la que se sugiere la necesidad de “consolidar y construir un cambio de enfoque, una nueva mirada a la alimentación no sólo como un producto mercantil, sino también como un derecho humano, una necesidad vital, un elemento determinante de la cultura de los pueblos y un recurso renovable que configura nuestros paisajes^22”. Además de incluir la mirada feminista y ecofeminista en la que se pone énfasis en la apuesta/mirada de los cuidados^23.
El concepto de sostenibilidad
Es necesario incluir el concepto de sustentabilidad “como potencialidad de un territorio para mantener indefinidamente un proceso; esa potencialidad depende de factores humanos y no humanos característicos de ese territorio y del proceso seleccionado^24”. Las comunidades afrodescendientes del Pacífico colombiano plantean, en relación con el desarrollo sustentable, el reconocimiento de “la cosmovisión
de los pueblos ancestrales [como] la fuente principal inspiradora de principios y valores éticos que pueden asegurar prácticas sostenibles y convivencia armónica con la naturaleza. La valoración y respeto de la diversidad biológica y cultural, como elemento ordenador, como hilo conductor del pensamiento y del comportamiento. Hay que enriquecer y aumentar esta diversidad. El territorio debe gozar de bienestar para que haya abundante alimento y salud. La justicia como fin. Una de las cosas que ha puesto en evidencia la globalización y el libre mercado, es que
las sociedades en que vivimos solo son posibles si son justas. ^25”.
Más allá de las disputas interculturales de los paradigmas sobre el territorio, el objetivo es que se considere la opción étnico-cultural y forestal como una alternativa de “desarrollo local: se presenta como una opción real de superar simultáneamente una serie de factores constitutivos de la situación que caracteriza la realidad del campo colombiano: falta de presencia del gobierno y de los servicios básicos; dificultades de establecer las reglas del Estado de derecho que garantice los derechos humanos y civiles; falta de acceso a mercados (infraestructura, información)^26”.
Esta intrincada pugna de intereses, desde la multiculturalidad y las distintas cosmovisiones sobre la tierra, el territorio y el bienestar, es uno de los principales elementos de negociación intercultural en este país en función de lograr una vida digna, en la que son especialmente importantes:
• 1. La autonomía: la libertad, la agencia, el empoderamiento.
• 2. La sociabilidad: las relaciones sociales y de pertenencia a una comunidad.
• 3. La actividad significativa: el trabajo, el tiempo libre, el juego^27”.
Como bien lo plantea Georgine Kengne Djeutane, “pensar en una ecología de la diferencia en el contexto colombiano significa también revisar las perspectivas de los acuerdos de paz^28”. Así se viene haciendo, porque solamente en lo corrido del año, se han asesinado 103 líderes comunitarios en el país, entre ellos: campesinos indígenas, afrodescendientes y sindicalistas^29.
En este momento en el Estado se discute un acuerdo de Paz Total, en el que se propone que todos los actores armados, sea la motivación que tengan, bandas criminales, narcotraficantes, promotores de la minería ilegal, madereros promotores de la desforestación, políticos corruptos, etc. Se vinculen en una propuesta del gobierno actual, a dejar las armas, pero principalmente a lograr un Pacto Nacional para reconciliar las diferentes perspectivas que motivan los conflictos sociales y ambientales en el territorio nacional.
La confiscación de cocaína en grandes cantidades por parte del gobierno actual, ha demostrado que el tema principal no solo es la lucha contra el narcotráfico, si no también, la lucha contra la deforestación, el comercio de fauna, la contaminación de los ríos y la destrucción de los bosques se está produciendo en la Amazonia, a dónde han migrado las economías ilegales, pero también las “legales” como la explotación de hidrocarburos, maderas y hasta el turismo. Ahora se habla de las nuevas rutas de la ilegalidad, que van hacia Europa vía Suramérica y África. Dicha situación está aumentando el desequilibrio ecológico, no solamente en los territorios ancestrales del país, también en Brasil, Ecuador, Bolivia, Uruguay y Paraguay, lo que ha prendido las alarmas en todo el continente a nivel ecológico.
De ahí que mirar la realidad de las comunidades y territorios desde el prisma de la ecología política de la diferencia, constituye un nuevo reto para comprender de manera más profunda el ecosistema, pasando por la sensibilidad de las comunidades que lo habitan de manera respetuosa, sustentable y saludable, para alcanzar el equilibrio entre seres humanos, sus culturas y la naturaleza, que vienen padeciendo de manera dramática por el desastre que vivimos por el sistema de desarrollo actual, en el que se estimula lo extractivo, la competitividad, el deterioro del medio ambiente y el empobrecimiento de la gente.
Con esta perspectiva se puede ayudar a empoderar a las comunidades, desde el lugar (los territorios), resituar la importancia del capital en dimensiones más constructivas y menos depredadoras (por ejemplo, los bonos de CO2), retomar las prácticas ancestrales, fortalecer las redes de iniciativas locales de mujeres, jóvenes y ancianos, impulsando sus capacidades y la ecología como centro de lo local hacia lo global.
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NOTAS:
^2) Escobar, Arturo. Territorios de diferencia. Lugar, movimientos, vidas, redes departamento de antropología, Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill. Primera edición en español, 2010. Página. 23.
^3) Según datos oficiales: El Gobierno de Colombia reporta que 8.375.715 personas han sido incluidas en el Registro Único de Víctimas por eventos de desplazamiento forzado ocurridos desde 1985 hasta el 31 de diciembre de 2022. https://reliefweb.int/report/colombia/las-cifras-que-presenta-el-informe-global-sobre-desplazamiento-2023, a estas cifras se le deben sumar la de la migración forzada y las que no se han informado oficialmente.
^4) Según el Departamento Nacional de Estadísticas, en las áreas metropolitanas, la informalidad es de 52,8% y en los centros poblados y rurales dispersos, llega al 84, 21%, es decir, que la mayoría de la población no goza de una estabilidad laboral y condiciones adecuadas para realizar su vida con dignidad, lo que aumenta el desplazamiento y las condiciones de pobreza. Ver: https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/salud/informalidad-y-seguridad-social/empleo-informal-y-seguridad-social-historicos
^5) Es decir, volver a la explotación de los recursos naturales como fuente de ingresos centrales en el desarrollo económico y social del país.
^6) Como lo describe la Asociación colombina de ingenieros de sistemas ACIS. https://acis.org.co/portal/content/noticiasdelsector/panorama-y-desaf%C3%ADos-del-sector-tecnol%C3%B3gico-en-colombia
^7) Como lo mencionan algunos observadores neoliberales en Colombia, “Según los datos publicados por los países en sus fuentes oficiales, una persona promedio en una economía avanzada produce en nueve días lo que la persona promedio en un país emergente produce en un año. Esto deja en un muy mal lugar a naciones como Colombia y buena parte de la región.” https://www.larepublica.co/economia/la-baja-capacidad-innovadora-ha-llevado-a-una-perdida-de-productividad-en-colombia-3072695 Situación con la que diferimos en este documento, pues los altos niveles de productividad depredan los territorios, la calidad de vida de las poblaciones y todo su entorno ecológico.
^8) Escobar, Arturo. Ob Cit. página 24.
^9) Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas. https://www.dane.gov.co/
^10) Panorama Social de América Latina. Naciones Unidas y CEPAL, diciembre de 2021
^11) Departamento Nacional de Planeación (2007). Forjar una cultura para la convivencia. Bogotá, Imprenta Nacional (p. 6 y 7). Disponible en: https://colaboracion.dnp.gov.co/CDT/Desarrollo%20Social/Forjar_cultura_para_conviviencia%2830_10_07%29.pdf
^12) Acogemos el concepto del historiador Pap Ndiaye, que cita los trabajos de varios sociólogos de la Escuela de Chicago: Donald Young y sobre todo Luis Wirth. En un artículo de 1945 define a la minoría como un grupo que “debido a características físicas o culturales, está sometido a tratamientos diferenciales en la sociedad y se considera objeto de discriminación colectiva (…); una minoría puede ser demográficamente mayoritaria, como en las situaciones coloniales, pero se caracteriza por la experiencia común de tratamientos discriminatorios y estigmatizadores, ya sea en razón del sexo, del origen real o supuesto del fenotipo ‘racializado’”. El Atlas de las minorías étnicas, nacionales, sociales, lingüísticas, religiosas, sexuales. Le Monde Diplomatique/La vie (2013). Edición Cono Sur/Edición argentina. Capital intelectual, p. 12. (en francés, traducción del autor)
^13) Johana Eede (ed.) (2010). Somos un homenaje a los pueblos indígenas. Barcelona, Blume, p. 5.
^14) A4, Participación en el texto de Diego.
^15) https://www.alianzamesoamericana.org/es/saberes-ancestrales-aporte-de-los-pueblos-indigenas/
^16) Para ver de manera más profunda este ejemplo los remito a Ecología y conocimientos ancestrales del Pueblo Ixil, de Elena Brito, en esta misma publicación
^17) A4, Participación en el texto de Diego Escobar.
^18) https://www.undp.org/es/colombia/comunicados-de-prensa/idh-2021-2022-revela-impactos-inestabilidad-incertidumbre
^19) Ibíd.
^20) Ver el documento de Georgine Kengne Djeutane: “Power to women: a collective contribution to social and ecological justice in the mining sector in sub-Saharan Africa”.
^21) Sebastião Haji Manchineri (2002). “Sustentabilidad humana y ética desde el punto de vista de los pueblos indígenas”, en Enrique Leff (coord.): Ética, vida, sustentabilidad, p. 210.
^22) Como lo plantea Sergi Escribano en esta misma publicación: “Territorilizar los sistemas alimentarios urbanos: una gran oportunidad para ecologizar los comunes alimentarios”.
^23) Como lo plantea Blanca Baya Fernándezen esta misma publicación “Ecofeminismo y poder popular: La intersección entre las propuestas en Barcelona, España”.
^24) Julio Carrizosa (2002). “Hacia nuevas economías. Mímesis, hedonismo, violencia y sustentabilidad”, en Enrique Leff (coord.), op. cit., p. 43.
^25) Hernán Cortés (2002). “El sistema biocultural y la ética del ‘vivir bien’ de los pueblos afrodescendientes del pacífico colombiano”,
en Enrique Leff (coord.), op. cit., p. 217.
^26) Peter Sale (2004). “El futuro forestal y las comunidades tradicionales dueñas de bosques”, en Vivi Doraceli y Peter Sale: Diálogo
nacional. Bosques y comunidades, VIII Congreso Forestal Nacional , p. 69.
^27) Pekka Himanen (2014). Rethinking human development. Dignity as Development: The Cultural Link Between Informational and Human Development. Oxford, UK, p. 425 (en inglés)
^28) Contribuciones de Georgine Kengne Djeutane al documento expuesto para el equipo de reflexión promovido por el F3E cuyo artículo aparece en esta misma publicación.