Sergi Ecribano Ruiz es ingeniero agrónomo y fundador de la Cátedra Tierra Ciudadana de la Universidad Politècnica de València, donde desarrolla trabajos relacionados con los sistemas alimentarios sostenibles. En este marco ha trabajado en la definición de la estrategia alimentaria de la ciudad de Valencia, en la creación del Consejo alimentario y en la puesta en valor de la pesca artesanal en la ciudad. Consultor en Empodera Consultores, y desde 2016 forma parte del equipo operativo de Commonspolis.
El artículo que les presentamos a continuación forma parte del libro Códigos Comunes urbanos. Herramientas para el devenir-común de las ciudades. Ver +.
La vulnerabilidad de los sistemas alimentarios urbanos frente a la emergencia climática o el colapso de las energías fósiles, obliga a cultivar miradas creativas que den lugar a nuevas narrativas también en lo alimentario. En este desafío, los comunes alimentarios adquieren actualidad como alternativa de gobernanza y control social de aquellos elementos estructurales y estratégicos en la alimentación de nuestras ciudades.
Si bien históricamente las ciudades han planificado con mejor o peor acierto su desarrollo urbano o sus infraestructuras para el aprovisionamiento de energía y agua, se cuentan sólo por decenas11. En el Estado español contamos con experiencias de estrategia alimentaria en grandes núcleos urbanos como Madrid, con la Estrategia de Alimentación Saludable y Sostenible 2018-2020 Barcelona con la Estrategia de Impulso de la Política Alimentaria 2016-2019 o Valencia, con la creación en 2018 de un Consejo Alimentario Municipal para el desarrollo de su Estrategia Agroalimentaria. las experiencias de entornos urbanos que en el mundo han abordado la planificación de su sistema alimentario22. Louis Malassis, Nourrir les hommes (Paris: Flammarion, 1994).. La creciente población urbana, que según las previsiones de la ONU alcanzará el 68% de la población mundial en 2050, plantea la necesidad de cuestionarse sobre el futuro de las ciudades y sus límites materiales de desarrollo (territorial, energético o alimentario). De manera generalizada las políticas alimentarias municipales tienen una escasa representatividad tanto en número de experiencias como en el peso económico de las políticas públicas locales que se implementan. Sin embargo, se ha visto un cambio de tendencia en el diseño de las políticas urbanas así como una creciente preocupación por la alimentación en estos espacios. A nivel internacional, este esfuerzo cristalizó en 2015 en el Pacto de Milán sobre la alimentación sostenible de las ciudades, declaración no vinculante auspiciada por FAO33. FAO – Food and Agriculture Organization – es el organismo de Naciones Unidas que trata la agricultura y la alimentación. y firmada por más de 200 ciudades de todo el planeta.
La preocupación por la alimentación de la población urbana en las ciudades sigue por lo tanto siendo una cuestión de creciente actualidad. La vulnerabilidad de los sistemas alimentarios urbanos reposa a día de hoy dos grandes desafíos.
Por una parte, la transición ecológica de los sistemas alimentarios. La agricultura, la ganadería y la pesca industrial son responsables del 23% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. Este elevado impacto muestra la alta dependencia que tienen los sistemas alimentarios del petróleo, tanto en la producción como en la transformación, conservación y distribución de alimentos. La ausencia de marcos regulatorios de consenso que faciliten una transición energética justa en todos los elementos del sistema para cumplir con el Acuerdo de París44. Naciones Unidas, Acuerdo de París, 2015, el primer acuerdo universal y jurídicamente vinculante sobre el cambio climático”, adoptado en la Conferencia sobre el Clima de París (COP21) en diciembre de 2015. aumenta la incertidumbre sobre la viabilidad futura de un sistema alimentario globalizado y altamente industrializado.
Por otra, el acceso universal a una alimentación de calidad que hoy en día no está garantizada, como así lo demuestran los más de 820 millones de personas que según la FAO sufren de hambre y malnutrición55. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Hambre e inseguridad alimentaria, accedido 4 de septiembre de 2020., a lo que se suma el creciente sobrepeso y obesidad en niños y adultos de entornos urbanos. Entre los múltiples factores que inciden en esta absurda dualidad, destacamos la volatilidad de los precios de la alimentación, resultado de las tensiones comerciales entre las grandes potencias (China, Rusia, Europa, EEUU) y de comportamientos financieros especulativos aplicados a los mercados alimentarios internacionales.
Los sistemas alimentarios urbanos se enfrentan a estos desafíos con una gran vulnerabilidad, fundada particularmente en las externalidades negativas que implica concebir la alimentación como una simple mercancía. Es por ello que se hace necesario un cambio de enfoque, una nueva mirada a la alimentación no sólo como un producto mercantil, sino también como un derecho humano, una necesidad vital, un elemento determinante de la cultura de los pueblos y un recurso renovable que configura nuestros paisajes66. Tomaso Ferrando y Jose Luís Vivero Pol, «Los bienes comunales y la comunalización: una narrativa nueva y antigua a la vez para enriquecer las reivindicaciones a favor de la soberanía alimentaria y el derecho a la alimentación», Vencer la crisis alimentaria mundial (Observatorio del Derecho a la Alimentación y a la Nutrición, 2017).
La transición de los sistemas alimentarios urbanos es a día de hoy una realidad, pero si queremos que dé respuesta a los problemas que enfrenta y no contribuya a la acumulación de poder tecnológico y financiero ya en manos de un número limitado de transnacionales, ésta debería orientarse con criterios de justicia social y medioambiental77. Cuatro grandes compañías (Monsanto/Bayer, Dow/Dupont, Syngenta y Limagrain) acaparan el 66% del mercado mundial de semillas, en peso económico). A esta concentración de poder se une la fusión de estas compañías con transnacionales químicas, la concentración de la distribución alimentaria (Walmart, Sainsbury’s, Carrefour, Mercadona) y la entrada de grandes actores no alimentarios (Facebook, Amazon) en el sector.. En este sentido, se han identificado dos estrategias para acompañar la transición alimentaria hacia un modelo más resiliente.
En primer lugar, desarrollar la soberanía alimentaria, como conjunto de propuestas que sitúan en el centro de los sistemas alimentarios los derechos humanos y de la naturaleza, transitando hacia modelos sostenibles territorializados, que reducen la huella de carbono en la producción, conservación y distribución de alimentos acercando los espacios de producción a los de consumo. Con motivo de la Cumbre Mundial sobre la alimentación de 1996, la Vía Campesina definió la soberanía alimentaria como “el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos, garantizando el derecho a la alimentación para toda la población, con base en la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y la diversidad de los modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción agropecuaria, de comercialización y de gestión de los espacios rurales, en los cuales la mujer desempeña un papel fundamental”88. Una versión actualizada de esta definición se encuentra en la declaración de Via Campesina, «Posición Sobre Soberania Alimentaria De Los Pueblos», 3 de septiembre de 2003..
En segundo lugar, entender el sistema alimentario como un bien común, que incorpora las dimensiones tangibles e intangibles del alimento. Concebir la alimentación como un común también es reconocer y proyectar hacia el futuro las formas tradicionales de gobernanza comunitaria que desde tiempos romanos han permitido el control por parte de los agentes implicados de los recursos necesarios para la producción (tierra, agua, semillas), la transformación (hornos comunales, obradores compartidos) o la comercialización (mercados). Entender la alimentación como un común nos permite construir alternativas al dilema público-privado para proponer una alternativa, la gestión en común de los sistemas alimentarios.
Territorializando los sistemas alimentarios urbanos
Las políticas de soberanía alimentaria aplicadas a entornos urbanos constituyen palancas con las que edificar puentes que superen la frontera campo-ciudad. Las ciudades no pueden seguir viviendo desconectadas del medio físico que habitan y necesitan desarrollar nuevos sistemas alimentarios urbanos capaces de recuperar las relaciones con el territorio que les provee de recursos básicos fundamentales para la vida como son el aire, el agua y los alimentos.
Esta re-territorialización de la alimentación urbana tiene tres componentes de proximidad fundamentales99. Jean Louis Rastoin (2017), La sécurité alimentaire mondiale: Etats des lieux et prospectives, Editions L’Harmattan. que hoy en día se han perdido en el sistema agroindustrial globalizado:
Primera proximidad: la agroecología, entendida como la forma de producción de alimentos que integra en un mismo territorio la producción agrícola, la ganadera y la forestal. El objetivo es generar un sistema circular renovable, en el que las entradas y salidas de energía son minimizadas.
Segunda proximidad: Las cadenas cortas de alimentación, que acercan los centros de producción agrícola y ganadera a los centros de transformación alimentaria, reduciendo la huella de carbono en esta etapa de la industrialización agroalimentaria.
Tercera proximidad: Los circuitos cortos de comercialización, que reducen la distancia entre los productores y transformadores alimentarios y las personas consumidoras, destinatarias finales de unos alimentos con calidad nutritiva, organoléptica, ambiental, social y cultural.
En el Estado español existe un amplio abanico de experiencias alimentarias territorializadas cuyo peso económico y social en relación al sistema agroalimentario nacional resultan, lamentablemente poco representativas en términos de peso económico y social. La implementación de esta transición alimentaria necesita de políticas municipales que se acompañen de acciones en el ámbito autonómico, estatal y europeo con las que poder abordar la transformación de elementos estructurales de los sistema alimentarios.
Los comunes alimentarios: reconstruyendo las alianzas campo-ciudad
Si bien hoy en día han recobrado actualidad, los comunes alimentarios están presentes en nuestros territorios rurales y urbanos desde la antigüedad. Es en el ámbito rural donde sobrevive la ancestral gestión comunal de bosques, pastos o recursos pesqueros, así como las tareas comunales de mantenimiento de infraestructuras agrarias como canales de riego o caminos. Estas prácticas siguen siendo uso y costumbre en muchos territorios, gozando en algunos casos de protecciones forales y sistemas de gobernanza que velan por su cumplimiento, como en el caso de zonas rurales de Navarra o Galicia. También en los entornos urbanos los comunes alimentarios perviven como cultura organizativa de algunos de los actores alimentarios públicos y privados estratégicos para los sistemas alimentarios de nuestras ciudades. En algunas áreas de los mercados de abastos, como la Tira de Contar en Valencia1010. Mercado de origen ancestral de productores de la Vega de València para la venta directa al por mayor. de sus productos alimentarios, redes de mercados municipales o mercados de venta directa, coexisten formas de gobernanza comunitaria con estructuras formales de decisión.
La puesta en valor de los comunes alimentarios y su integración en el marco de la nueva generación de comunes urbanos constituyen los dos factores determinantes para la transición alimentaria. Atravesando los sistemas alimentarios territorializados con el enfoque de los comunes alimentarios, estaremos obteniendo sistemas apoyados en valores de sostenibilidad, democracia, universalidad e inalienabilidad. Conectando las experiencias comunitarias de distribución alimentaria en las ciudades con espacios comunitarios de producción y transformación próximos, tendremos como resultado sistemas alimentarios territorializados. Parece por lo tanto oportuno apelar al diálogo entre los movimientos de los comunes, de origen mayoritariamente urbano, con los movimientos de soberanía alimentaria, de origen fundamentalmente rural, al objeto de cultivar propuestas políticas que refuercen la resiliencia de nuestros sistemas alimentarios, así como de los territorios y las personas que los sostienen.
Un caso práctico: Valencia, hacia la transición alimentaria sostenible1111. Concejalía de Agricultura, y Alimentación Sostenible y Huertadel Ayuntamiento de Valencia, «Estrategia Agroalimentaria València 2025», 2018.
El ecosistema agroalimentario de Valencia está conformado por una serie de elementos materiales e inmateriales, de propiedad pública, privada y comunitaria, que interactúan entre sí configurando un sistema alimentario dinámico y complejo, donde prevalecen las relaciones de poder frente al bien común de la sociedad y del territorio en el cual esta se asienta. En 2015 el Ayuntamiento de Valencia inició un proceso dirigido a consolidar una Política Alimentaria Municipal, que de forma progresiva sentara las bases para la transición hacia una entorno agroalimentario local más justo, sostenible y saludable. A este trabajo local se sumó el reconocimiento internacional de FAO declarando en 2017 Valencia capital mundial de la alimentación sostenible, y reconociendo en 2019 el regadío histórico de l’Horta de Valencia como Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM). Un reconocimiento en definitiva, al trabajo ancestral de hombres y mujeres que con sus prácticas mantuvieron un territorio vivo hasta nuestros días, y a la lucha de movimientos sociales por la preservación de la huerta frente a las políticas especuladoras que habían guiado el desarrollo urbano de la ciudad en las últimas décadas.
En este marco, la transición hacia modelos alimentarios más justos y sostenibles así como el fortalecimiento de su resiliencia en un contexto de cambio climático y desertificación, requiere de una identificación y potenciación de los comunes alimentarios materiales e inmateriales, de carácter estratégico para la ciudad. Entre el patrimonio material estratégico identificamos a las personas (agricultores/as, pescadores/as y consumidores/as) de nuestra área metropolitana, sus territorios de actividad como son la Huerta de Valencia (producción agrícola), el lago de la Albufera (pesca artesanal y producción de arroz), el puerto pesquero (pesca artesana y de arrastre) y su área litoral (acuicultura tradicional), así como la red de mercados municipales y el centro logístico que representa MercaValencia y su “Tira de contar”1212. En la web de Mercavalencia se puede encontrar más información sobre las raíces históricas de esta “institución foral, singular y única en el mundo, que pervive desde el siglo XII”. A estos elementos se suman el tejido de Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES) agroalimentarias transformadoras y comercializadoras de alimentos. Todos ellos configuran el hardware del sistema agroalimentario del área metropolitana de Valencia, sin el cual la ciudad no se podría alimentar de manera sostenible.
En todo este conjunto de elementos estratégicos, los comunes alimentarios constituyen una mayoría invisible. Recursos naturales, territorios, patrimonio, formas de gobernanza y custodia, que cristalizan en un conjunto comunal escasamente estudiado y caracterizado como sistema. En el ámbito del patrimonio agroalimentario inmaterial, clasificamos como estratégicos los conocimientos de pescadores/as y de agricultores/as en lo relativo a la producción sostenible de alimentos así como sus formas de gestión consuetudinarias como son la Real Séquia de Moncada, el Tribunal de les Aigües, la Comunitat de Pescadors de El Palmar o la Marina Auxiliante del Cabanyal. Existen también nuevos marcos jurídicos e iniciativas políticas que intentan reforzar el control social del sistema alimentario, como son la “Estrategia alimentaria de Valencia”, el “Consejo Alimentario de Valencia”, la “Ley de la Huerta” o la declaración del sistema de riego de esta última como SIPAM.
Una revolución cultural alimentaria
Estos nuevos marcos legislativos, políticos (Consejos de participación) o institucionales (Declaraciones) articulados entre sí, constituyen para nuestras ciudades un conjunto de herramientas y oportunidades desde los progresar en la implementación del derecho a la alimentación con una perspectiva de comunes alimentarios y de sistemas territorializados. Más allá de su existencia sobre el papel, estos marcos jurídicos se podrán activar como palancas de cambio en la medida que seamos capaces de tejer alianzas institucionales, políticas, económicas, sociales o académicas en tres dimensiones fundamentales:
Una alianza entre movimientos sociales urbanos y rurales como los generados a través de las plataformas de soberanía alimentaria, las redes de slow food, los comunes, entre otras, desde los que seguir generando propuestas, velando por el cuidado del territorio y sus habitantes y presionando al poder político.
Un contrapoder frente a los poderes políticos, espacios a los que presionar bien para seguir progresando en el derecho a la alimentación dotando de recursos las políticas alimentarias ya existentes, bien para seguir avanzando en la generación de nuevos marcos.
Una mirada ecofeminista, que siga extendiendo la necesaria toma de conciencia sobre los límites de nuestros cuerpos, nuestras ciudades y territorios.
La articulación de estos tres elementos (político, institucional, social) permitiría pensar una revolución cultural desde la que poder tejer nuevos vínculos de cooperación y cuidados frente a la cultura hegemónica basada en la competición y el consumo.