Discurso introductorio en el encuentro de Open Eyes Economy Summit – Cracovia – 20 de noviembre de 2018.
Elisabeth Dau | Mouvement Utopia. Miembra del Consejo Socio-Científico de CommonsPolis
Quiero expresar mi agradecimiento al Open Eyes Economy Summit, a Igor Stokfiszewski y a la European Cultural Foundation por haberme invitado a formar parte de esta cumbre y por su contribución para un futuro más democrático, cooperativo y justo.
Mi propósito es mostrar cómo el municipalismo y la cultura, entendidas no como políticas culturales sino como “cultura democrática”, contribuyen juntas a un cambio profundo; una transformación individual, colectiva e institucional en el imaginario colectivo, en la forma en que pensamos y vivimos la ciudad.
Esto me da la oportunidad para hacer una breve introducción sobre el municipalismo en sí mismo y sus principales características.
Municipalismo ¿Qué es?
El municipalismo es un movimiento de democracia radical que comienza a nivel municipal, en áreas rurales y urbanas, que sitúa a los ciudadanos en el centro de las decisiones públicas y del bien común. Reintroduce la democracia directa con valores comunales, sociales, feministas y solidarios. Reabre el espacio político, un espacio de emancipación, de transformación desde, para y con la gente.
El municipalismo es experimental, diverso y singular. Está presente en numerosas partes del mundo, desde América Latina a Europa o Kurdistán; en España, Estados Unidos, Brasil, Chile, Italia, Francia, Holanda, Canadá, Serbia, Polonia, etc.
Contexto
El municipalismo no es, sin embargo, un fenómeno nuevo. Se ha manifestado en diferentes ocasiones a través de la Historia. Basado en la democracia ateniense (dèmes), romana (munícipe), la organización medieval (conjuratio), o las asambleas municipales en Nueva Inglaterra (town meetings), también podemos reconocerlo durante el siglo XIX con La Comuna de París (1871), y más tarde en América con el movimiento zapatista en Chiapas, México, por ejemplo. El factor común entre todas estas experiencias es la idea de transformar el espacio público en espacio político. El municipalismo contribuye a “extender y regenerar el espacio político democrático como un espacio de autogobierno de la comunidad” [1].
El municipalismo libertario fue pensado y teorizado por el filósofo estadounidense Murray Bookchin, padre de la ecología social. Según él, “el municipalismo libertario intenta crear o renovar, y luego extender, el potencial político de la comunidad” [2]. Por otra parte, la ecología social nos ofrece la clave para entender la resiliencia actual, puesto que nos invita a considerar la relación entre el sistema de dominación humana que llevamos a cabo con el medio ambiente y el sistema de dominación que llevamos a cabo entre nosotros. Hay una profunda relación entre el colapso ecológico y la descomposición de la democracia.
“Él comenzó a elaborar esta idea que llamó ecología social, la cual parte de la premisa de que todo problema ecológico es un problema social. Murray decía que, para corregir nuestra voraz relación con el mundo natural, debemos alterar fundamentalmente las relaciones sociales. No sólo debemos acabar con la opresión de clases, debemos acabar también con la dominación y la jerarquía en todos los niveles (…)” Debbie Bookchin
La urgencia de la situación nos enseñará a ser resilientes, a aprender de nuestro pasado y a encontrar la fuerza y el entusiasmo para lograr un cambio profundo basado en asistencia mutua, cooperación, pluralismo, feminismo, democracia radical y valores que honren nuestra propia humanidad.
El cambio de paradigma que necesitamos será, ante todo, político y cultural.El nuevo municipalismo, tal como lo conocemos hoy, nace durante la década pasada, producto de la reacción contra un sistema político secuestrado por los poderes económicos, capitalistas y financieros. Este sistema ya no proporciona una respuesta a las aspiraciones y necesidades urgentes de las comunidades. Mantiene a los ciudadanos apartados de las tomas de decisiones y genera una profunda desconfianza e indignación.
Los movimientos municipalistas proponen abandonar las perspectivas culturales de poder de los Estados-Nación, así como sus violentas manifestaciones y representaciones simbólicas institucionales, políticas y económicas. La cultura de fronteras, dominación política y económica, la verticalidad y centralización del poder son elementos cuestionados y reconsiderados por el enfoque municipalista. A nivel local, el municipalismo construye pacientemente una democracia más inclusiva, cooperativa, justa y translocal.
Para una mejor comprensión del cambio cultural y democrático expresado por el municipalismo, debemos prestar atención a las luchas, valores y vientos de cambio propuestos por el planteamiento de la democracia radical.
Municipalismo. Una visión de futuro basado en luchas y valores
Las situaciones de crisis son a menudo el preludio o la chispa de los movimientos municipalistas. Son el resultado de una combinación de crisis locales, nacionales y políticas, junto con el uso autoritario o malévolo del poder, la corrupción, etc. y, en algunas ocasiones, de la propia herencia histórica. La crisis financiera de las subprime, el 15M en España (15 de mayo de 2011) y los Indignados, la primavera árabe, Nuit Debout, Notre Dame des Landes, la austeridad, la crisis de los refugiados, escándalos de corrupción nacionales y locales… durante la última década, los ciudadanos han exigido un cambio más radical en relación a la práctica del poder.
Estas crisis dan paso a nuevas propuestas políticas para cambiar el día a día de la gente, basadas en la fecundación mutua entre luchas, valores, historia y creencias colectivas que están diseñando una cultura de la movilización.
También generan una convergencia de luchas colectivas para:
- El acceso a los derechos
- La preservación o acceso a bienes comunes (agua, electricidad, comida, información)
- El derecho a vivir en la ciudad, el de la gente ordinaria a mantenerse en el centro de las ciudades, a la protección contra la especulación inmobiliaria.
- La igualdad de género
- Una relación más balanceada entre las áreas rurales y urbanas. Etc…
Detrás de toda lucha hay una historia, una cultura, unas victorias comunes, movilización y compromiso. Las revoluciones contra los nacionalismos, el fascismo o las dictaduras, las guerras civiles, la represión armada, las violaciones contra los pueblos indígenas, discriminaciones (en España, Francia, Italia, Kurdistán, Chiapas, etc.), presentan un telón de fondo histórico, memorias, a partir de las cuales se pueden constituir las luchas contemporáneas. Por ejemplo, es interesante notar el peso histórico y la fuerza simbólica de Manuela Carmena, la alcaldesa municipalista en Madrid, que es una mujer, y que fue una jueza a cargo de defender a las víctimas de los crímenes del franquismo y de la lucha anticorrupción.
Hay una cultura de activismo proveniente del anarquismo, el sindicalismo, el feminismo, movimientos antiglobalización, luchas urbanas, partidos políticos. Existe una especie de cultura común de militancia, resistencia, movilización y solidaridad que constituye unos cimientos compartidos, amplios y plurales.
Si bien esta base es terreno fértil para el municipalismo, especialmente basado en las redes comunitarias en las ciudades, también son claves las nuevas formas de compromiso provenientes de gente sin cultura de protesta o militancia política previa. Gente ordinaria, víctima de injusticias económicas o sociales en su día a día, afectada por la desconfianza política, por fracasos profesionales o personales, con ambiciones democráticas o ecológicas, o simplemente aquellos que quieran actuar, decididos a comprometerse con el movimiento municipalista. Personas que representen minorías, desprovistas de experiencia política, resueltas a presentarse como candidatos para renovar la vida política, como pudimos observar en las últimas elecciones de medio mandato en Estados Unidos.
Las nuevas luchas están englobadas en los movimientos municipalistas, tanto a nivel local como contra la normativa supra local, las regulaciones económicas y las políticas injustas (AirBnB, políticas de migración y refugiados, mercadeo, urgencia climática, energía, los comunes). El municipalismo está construyendo nuevas victorias colectivas y produce como consecuencia que la gente ordinaria pueda creer en la posibilidad de recuperar una parte del poder sobre sus vidas y su futuro.
- Detrás de las luchas, también hay valores compartidos que definen los cambios que quiere la gente:
- Dignidad y hospitalidad en lugar de políticas turísticas económicas masivas
- Feminización de la política y cooperación en lugar de dominación y competitividad patriarcal
- Justicia social en lugar de austeridad
- Pluralidad y sociedades multiculturales en lugar de sociedades fascistas y racistas
- Ética en lugar de corrupción
- Generosidad y atención en lugar de violencia e indiferencia
Estos valores proporcionan otra visión de la dirección, el rol, el desarrollo y la forma de vivir todos juntos en la ciudad. Generan sensibilidad, empatía, ética, justicia, solidaridad, calidad (de vida, de la comida, del aire, de la vivienda, de las relaciones) y cooperación en el corazón mismo de la construcción de la ciudad. Como sabemos, la democracia no es solamente la forma en que organizamos nuestras instituciones, es también la forma en que nos relacionamos unos con otros. Es la calidad de vida en la ciudad y la “polis”, y es también esta fórmula artística y experimental de superación y movimiento constante para poder ejercer el poder político en comunidad [3]. Es por esto que el municipalismo contribuye a la renovación de nuestra cultura democrática y a la redefinición de nuestro futuro: “Un futuro que merecemos” [4].
Democracia real: del poder “sobre la gente” al poder “por y con la gente”.
“El municipalismo exige que regresemos el poder a los ciudadanos comunes, que reinventemos lo que significa hacer política y ser ciudadano” Debbie Bookchin
La segunda fecundación mutua entre cultura y municipalismo ocurre en el terreno de la democracia radical. Desde el núcleo mismo del municipalismo, la gente exige un cambio más radical relacionado con la representatividad y la práctica del poder. Con una democracia radical, el municipalismo activa un proceso de transformación social, política, institucional, individual, colectiva, normativa y cultural.
Todos traemos a cuestas, y en muchos casos reproducimos, una cultura de patriarcado, dominación, competitividad, verticalidad y jerarquía en un mundo limitado, y llegamos a un punto muerto. El municipalismo no es la única respuesta, pero es una de las alternativas políticas experimentales que pueden responder ante la necesidad urgente de un cambio de paradigma de una forma pragmática y tangible. El municipalismo propone cambiar el poder “sobre la gente” al “poder común político”, en el cual el proceso es tan importante como el resultado.
“Necesitamos crear instituciones políticas duraderas a nivel local, no solamente a través de líderes políticos que articulen propuestas de justicia social, sino a través de instituciones que sean directamente democráticas, igualitarias, transparentes, completamente responsables, anticapitalistas y ecológicamente conscientes; que den voz a las aspiraciones de la gente. Se necesita tiempo, educación, y la construcción de asambleas municipales como poderes de contrapeso frente al Estado-Nación, pero es la única esperanza que tenemos de transformarnos en los nuevos seres humanos que hacen falta para construir una sociedad nueva”. Debbie Bookchin
La democracia radical propone recobrar nuestra soberanía con una democracia más directa: asambleas populares, metodologías de diálogo y herramientas (tecnología cívica, etc.), toma de decisiones de abajo hacia arriba, requisitos éticos (códigos éticos), y la confianza en la capacidad de la gente para ser actores democráticos. Como en la Atenas antigua, el municipalismo reconoce la cercanía como la base sobre la que parte la democracia. Jonathan Durand Folco nos dice en su libro: “(…) la unidad básica de la democracia no es el Estado, ni la ciudad, sino el medio ambiente de vida o el vecindario, el cual prepara a los individuos para que participen directamente en el poder político a través de la asamblea ciudadana (ekklèsia) [5]. Es interesante señalar que los españoles no hablan de “gente”, o “habitantes”, sino de “vecinos”, lo que viene a confirmar la importancia de la relación en un primer nivel.
“La democracia comienza en lo cercano” Ludovic Lamant – Squatter le pouvoir. Les mairies rebelles d’Espagne, Lux Éditeur
El municipalismo también considera que cualquier persona puede participar en la toma de decisión colectiva y la construcción de la ciudad. De esta manera, nuestra percepción de la temporalidad de la democracia cambia, introduciendo una continuidad entre dos elecciones, y considerando a los habitantes no sólo como electores sino también como contribuyentes de este “continuum democrático”. De hecho, cada una de las partes interesadas interpretan un nuevo rol y tienen representación de sí mismos y de los demás. Por ejemplo, cambia la postura de los líderes, volviéndose más cooperativos y obedientes; facilitadores de las dinámicas ciudadanas. Los ciudadanos se vuelven más responsables y dejan de ser consumidores electorales únicamente; los servidores públicos se transforman en nuevos socios para el mejoramiento del enlace entre la calle y la administración. Una democracia híbrida, entre la representativa y la directa, es la que se está poniendo en práctica, cambiando procesos y mentalidades.
La democracia radical también está basada en un planteamiento experimental de ensayo y error, en una cultura de pragmatismo, considerando el municipalismo como un laboratorio de las instituciones internas y externas. De hecho, la característica particular del municipalismo es estar basado en una doble tensión en instituciones internas o externas; esto significa que:
- Es tan importante desarrollar energías cívicas y sociales en los pueblos y ciudades (institución externa): “el jardín democrático”, como cambiar la administración municipal institucional (institución interna)
- El conflicto (“conflictualidad”) en el debate (desacuerdos [6]) se reconoce como un verdadero componente democrático, una fuente a considerar para el diseño del espacio y los plazos para el diálogo, incluyendo la investigación perpetua de la diversidad de la gente (multiplicidad de opiniones) que participan en la co-construcción de la “polis”
- La creatividad de la sociedad se reafirma, se abren espacios para la reflexión y la construcción de nuevas hipótesis7 y nuevos espacios de experimentación en la institución externa, con dinámicas locales, urbanas, sociales o culturales (Por ejemplo: Medialab Prado)
- La intermediación entre la esfera política y la social, entre la gente y la institución, es reconstruida. Especialmente con el uso de plataformas ciudadanas que garanticen la conexión entre habitantes y cargos electos, entre los problemas y la imaginación proveniente de las calles, y la realidad y barreras del poder institucional.
- Se crea una nueva generación de instituciones y administraciones. Menos liberales y más cooperativas (incluso luchando para que un servidor público logre formar parte de la administración para garantizar este tipo de orientación (cf. Municilab, conclusiones del taller – Octubre, 2018), basadas en una mayor transversalidad entre los servicios públicos y las políticas, que sitúen el bien común en el núcleo de la administración, con nociones y valores de igualdad y de lucha anticorrupción, reinventando los rituales institucionales para dotar al ciudadano de una mayor participación en el proceso de toma de decisiones y en la construcción de la ciudad.
Uno de los resultados concretos del municipalismo es también la implementación de nuevos tipos de políticas públicas en el ámbito urbano, social, ecológico, feminista y de los comunes. La remunicipalización de los servicios públicos (agua, electricidad), la relocalización de actividades económicas y la hospitalidad para con los refugiados forman parte de estas políticas. El «Atlas del Cambio» es una plataforma web que pone en evidencia las políticas públicas municipalistas sobre varios temas relacionados con la participación, los bienes comunes, la ecología urbana, los alimentos, etc. Se demuestra cómo una política cooperativa representada en ayuntamientos municipalistas y por cargos electos en roles de oposición están pensando y experimentando de manera concreta con políticas públicas que buscan cambiar y preservar tanto la vida diaria como el futuro de las ciudades y sus habitantes.
Más aún, para luchar contra la exclusión y las tentaciones de la extrema derecha, el municipalismo está creando una comunidad en la cual cada persona pueda encontrar su lugar, su rol, una expresión, una audiencia, para formar parte del cambio. Este enfoque contribuye a luchar contra la fragmentación de la sociedad, contra el miedo, permitiendo que la gente sea dueña de su destino. El municipalismo moviliza a la gente de la calle por las políticas sociales que propone. Les permite retomar la convicción de que finalmente tienen el poder en sus manos. Pero debemos reconocer que el municipalismo, la democracia y la cultura necesitan esfuerzo y recursos. Y garantías de que las políticas regresarán a la calle, a la gente.
El poder de transformación del municipalismo es cultural y político.Tiene la capacidad de transformar la práctica del poder, la representación del poder político en común, y la convicción de que el poder puede actuar como un punto de articulación entre la emancipación individual, la movilización social y la institucionalización.
Para concluir, me gustaría citar una intervención de Enric Bárcena, de la plataforma municipalista ciudadana Barcelona en Comú, durante el último Municilab de octubre de 2018: “No estamos solos, no somos una anécdota, no somos caóticos: somos resilientes, traemos una alternativa, estamos orgullosos del éxito de otras ciudades, que son éxitos colectivos. Estamos proyectando otras ciudades, otros países, otro tipo de sociedad”.
[1] The politics of Social Ecology : Libertarian Municipalism, Janet Biehl, Editions Ecosociété, 2013, Canadá.
[2] Ib idem
[3] En francés: «Un réalisme socialiste ne peut être un réalisme de routine. Il doit, comme le socialisme, avoir constamment le caractère expérimental, il doit être un art de perpétuel dépassement. Rien ne lui est plus opposé que la formule, la recette, la répétition. Et, qu’il s’agisse de la peinture ou de l’écriture, l’art c’est toujours la remise en question de l’acquis, c’est le mouvement, le devenir «, Louis Aragon
[4] The future we deserve, Debbie Bookchin, Guest editorial, ROAR, The city rises
[5] Jonathan Durand Folco, A nous la ville ! traité de municipalisme, Éditions Ecosociété, 2017, Québec
[6] «Sin desacuerdos, una sociedad no podría ser libre, estaría condenada a caer en estancamiento», Murray Bookchin
[7] MAC 3 (Municipalismo, autogobierno y contrapoder) conclusión del taller, La Coruña, 12-15 de octubre de 2017