Breve recorrido por el movimiento municipalista en el Estado Español, Europa y mundo.
Un relato de Neus Fàbregas.
Para entender el movimiento municipalista en el Estado español hay que hacer un poco de historia y recordar que el Estado español actual viene de cuarenta años de dictadura franquista y de cuarenta años de democracia bipartidista. No me voy a extender en lo que significó la dictadura, la transición, la incorporación de la monarquía y un país completamente fragmentado en identidades culturales diversas nada valoradas tanto en la época del franquismo como en lo que llevamos de democracia.
Los problemas macroeconómicos, y sus inevitables consecuencias microeconómicas, es decir, en la vida de la ciudadanía, se acentuaron con la llegada del euro en el año 2000, lo que provocó una escandalosa subida de precios en todos los ámbitos mientras se estancaban los salarios. Una intensa actividad en la construcción impulsada por una abundante oferta de concesiones de obras públicas, además de leyes urbanísticas favorecedoras de la especulación más brutal que pueda imaginarse aunque devino en una burbuja inmobiliaria que estalló al final con consecuencias catastróficas, tapó durante un tiempo los evidentes problemas estructurales y de desigualdad existentes y acentuó todo tipo de prácticas corruptas no solo en los estamentos gobernantes en el Estado, las autonomías y los municipios, sino también en ciertos sectores sociales que veían la corrupción como algo inevitable y hasta aprovechable.
De hecho, la corrupción, que afloró ya con los primeros gobiernos socialistas de Felipe González al abrigo de reconversiones industriales y privatizaciones de empresas y servicios públicos que no han cesado desde entonces y hasta se han acentuado, llegó a ser endémica con los gobiernos del PP encabezados por José María Aznar, también en los diversos gobiernos autonómicos y municipales casi sin excepción, ya fueran populares, socialistas y/o nacionalistas, continuó con los gobiernos de Rodríguez Zapatero y no ha cesado hasta hoy, muy al contrario, con Mariano Rajoy como primer ministro. Por en medio, una evidente falta de voluntad política para atajarla que apenas parece que empieza a corregirse.
El 11 de marzo de 2004, en vísperas de unas elecciones generales, tiene lugar el sangriento atentado terrorista con el resultado de 191 personas muertas y más de 1.800 heridas. Aunque fue obra de un grupo organizado integrista islámico, el gobierno de José María Aznar no dudó en atribuir a ETA el atentado buscando réditos electorales, pero, descubierta la mentira, el PP perdió las elecciones y el socialista José Luis Rodríguez Zapatero accedió a la presidencia del gobierno. Ocho años, dos legislaturas, hasta 2011, estuvo Zapatero al frente del gobierno y, pese a logros como la Ley de Dependencia y la de matrimonio homosexual, la política económica no se salió de la senda neoliberal marcada por la Unión Europea y los grandes poderes financieros y mediáticos. Además, Zapatero no supo o no quiso pinchar la burbuja inmobiliaria, madre de tantas corrupciones y del agravamiento de la crisis económica en el Estado español comparada con otros países. Por supuesto, nada de reformar el sistema electoral y de introducir otras reformas estructurales en un sistema político que daba ya evidentes muestras de fatiga.
La crisis económica de 2008 pilló al gobierno de Zapatero mirando a otro sitio y puso patas arriba el endeble sistema de protección y bienestar social que se había logrado construir en el estado, además de acentuar las desigualdades hasta índices inimaginables y disparar los índices de paro, que superaron, y todavía superan, el 20% de la población activa. Llegaron los recortes y las privatizaciones masivas en educación y sanidad, una reforma laboral que fue el preludio de la más dura legislada posteriormente por el gobierno del PP de Mariano Rajoy hasta el punto de que tanto el altísimo índice de paro como la precariedad laboral de quienes trabajan son crónicos, los primeros desahucios, que fueron muchos en poco tiempo, y los mandatos europeos de recortar más y más, sin piedad, y de pagar la deuda pública por encima de todo. Este prioritario pago de la deuda por encima de los intereses ciudadanos se plasmó en la reforma del artículo 135 de la Constitución, pactado en agosto de 2011, entre Zapatero y Rajoy y que entró en vigor en el mes de septiembre. Todo ello, sin consultar a la ciudadanía, por supuesto, a sus espaldas y en su contra.
De forma paralela, se endurecían las condiciones para la población migrante y personas refugiadas, con cierre hermético de fronteras, expulsiones forzosas, redadas masivas y confinamientos en los denominados Centros de Internamiento de Extranjeros, auténticas cárceles para gente que no ha cometido delito alguno, simplemente es una infracción administrativa y que son un monumento al racismo y la xenofobia. Estos Centros están en toda Europa y Movimiento sociales siguen reivindicando el cierre inmediato.
En tan duras circunstancias, andamos por el 2009, compartidas con otros países del sur de Europa como Grecia y Portugal, la ciudadanía comienza a reaccionar en las calles y plazas de todo el país. Ante los desahucios masivos impulsados por los bancos, rescatados por otra parte con dinero público, y amparados por los distintos gobiernos, surgen organizaciones como la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipotecas), que no solo articularon una resistencia eficaz contra este expolio, sino que llevaron a gran parte de la ciudadanía a la política, dejada hasta ese momento en manos de los denominados políticos profesionales, y de donde han salido numerosas personas activistas y personalidades como la actual alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.
Conforme avanzan las privatizaciones y recortes en servicios públicos, a lo largo de 2012 y 2013 sobre todo, se tejen redes ciudadanas y mareas en diversas regiones y ciudades del país, mareas que adoptan diversos colores: el verde para la educación, el blanco para la sanidad, el violeta para la igualdad, el granate para la emigración forzada… Además, con la Primavera Árabe como uno de los puntos de referencia del movimiento, nace Democracia Real Ya y lo que posteriormente se conoció como Movimiento del 15M, ya que fue el 15 de mayo de 2011, en vísperas de las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo, cuando los conocidos como indignados ocuparon calles y plazas primero en Madrid y después por todo el país para manifestar su frontal desacuerdo con el sistema político y económico que había causado el empobrecimiento y el desamparo de la mayoría de la gente y también contra el bipartidismo reinante. Fueron cientos y cientos de miles de personas de todas las edades y condición, un movimiento que se expandió luego por barrios y municipios más pequeños en tareas políticas más concretas y que, entre otros, cuajó en partidos políticos como Podemos, que nunca ha negado su deuda con el 15M y de donde proceden muchos y muchas de sus activistas y dirigentes.
Es cierto que el PP obtuvo mayorías absolutas por todos lados en esas elecciones y que repitió la mayoría absoluta en las elecciones generales de octubre de ese mismo año y que la consecuencia fue una aceleración y radicalización de recortes no solo en educación y sanidad, sino también de derechos laborales y políticos, todo ello junto con un desenfrenado aumento de la pobreza entre la población.
Las agresivas políticas del PP contra las clases populares y su ubicación en los postulados más reaccionarios no solo económicos, sino políticos y culturales, provocó el afloramiento de todo tipo de manifestaciones y concentraciones en las calles de prácticamente todos los municipios del estado y prácticamente todos los días. Hay que citar las Marchas de la Dignidad por su carácter unitario y de confluencia: mareas, partidos políticos de izquierda, sindicatos, plataformas y colectivos ciudadanos… hasta un millón de personas llenó las calles de Madrid el 22 de marzo de 2014 en lo que se consideró la eclosión de todas las protestas que recorrían el país de norte a sur y de este a oeste. Dos años antes, en febrero de 2012, fue muy significativa la Primavera Valenciana, una sonada protesta estudiantil en contra de los recortes en educación y de las leyes del PP sobre la materia en la que hubo episodios de represión brutal por parte de la policía, con imágenes que se convirtieron en símbolos de la protesta, de todas las protestas que había en todo el estado.
Surge Podemos en este caldo de cultivo de descontento, indignación y protestas con una propuesta de nueva de política, con un programa que aboga por la gente y en contra de la casta y de lo que denomina vieja política. Es enero de 2014. Cinco meses más tarde, en mayo, consigue cinco diputados en las elecciones europeas y agita los cimientos del bipartidismo y de la política imperante en el país desde los lejanos tiempos de la transición.
El inesperado éxito electoral de una iniciativa como la de Podemos y las circunstancias enumeradas antes remueven los intentos de constituir plataformas municipalistas en diversas ciudades de todo el país al margen del bipartidismo y en contra del mismo.
Aunque con muchísimas particularidades en cada caso, lo que caracteriza estos movimientos es una tentativa de articulación orgánica de movimientos sociales, plataformas ciudadanas, partidos políticos y personas individuales que abogaban por el cambio, una palabra que llegó a ser fetiche, para dar la batalla electoral al bipartidismo, sobre todo al PP, y poner en marcha políticas a favor de la ciudadanía y no en su contra. En el horizonte, las elecciones municipales y regionales de mayo de 2015. Con muchísimas dificultades, surgen los Guanyem y/o Ganemos, con cambio de nombre posterior, en todo el Estado Español impulsados, en muchos casos, por el ejemplo de Guanyem Barcelona, encabezado por Ada Colau. Podemos está en casi todos estos proyectos después de haber renunciado a presentarse con sus siglas en las elecciones municipales.
Para entender mejor qué tiene que ver Podemos en las plataformas municipalistas es que Podemos ESTÁ pero no ES. Este verbo que en castellano sí adquiere diferentes significados es la clave para comprenderlo.
No fue un proceso sencillo, no lo está siendo, dada la diversidad de organizaciones y procedencias que conforman estas plataformas municipalistas, que gobiernan ahora mismo en ciudades como Barcelona, Madrid, Cádiz, Zaragoza… y también en Valencia, donde València en Comú forma parte del gobierno municipal junto al PSOE y Compromís (después de 24 años de PP Mayoría absoluta).
Pero, a pesar de los problemas y las diferencias entre unas y otras plataformas y dentro de las mismas, que no hay que ocultar, sí hay semejanzas muy significativas, líneas ideológicas y de acción que marcan un proyecto común: la asunción de severos códigos éticos para los cargos públicos de las plataformas y para sus representantes orgánicos, el crowfunding y otras formas de financiación ciudadana al margen de los bancos, programas participativos, confluencia de movimientos sociales y ciudadanos con partidos políticos que apuestan por el cambio y por la igualdad, es decir, de la ciudadanía con la política, desarrollo de políticas participativas, apuesta decidida por la horizontalidad y la transparencia, feminización de la política, puesta en marcha de iniciativas de nueva economía social y solidaria, desarrollo de políticas en favor de la inmensa mayoría de la ciudadanía en aspectos como la vivienda, el urbanismo, los residuos, el agua, el suministro energético…
Todo ello desde el común y profundo convencimiento que el ámbito local es el ideal para el desarrollo de economías y políticas con la carga de audacia que, a menudo, no es posible imprimir a la política estatal.
Todo ello desde el común y profundo convencimiento que el ámbito local es el ideal para el desarrollo de economías y políticas con la carga de audacia que, a menudo, no es posible imprimir a la política estatal.
Y aquí me quedo para que mis compañeros y compañeras puedan contaros la vivencia de cada ciudad, su nacimiento y proceso. Espero que os haya podido dar un poco de luz al contexto que hemos vivido para entender mejor porqué empezamos este camino y hacía dónde queremos ir.